Internacional
Cambio climático y biodiversidad: el impacto del iceberg más grande del planeta
El iceberg más grande del mundo, A23a, navega por el Océano Austral tras décadas varado
El iceberg A23a, considerado el mayor y más antiguo del mundo, ha retomado su deriva por el Océano Austral después de pasar décadas atrapado en el fondo marino cerca de las Islas Orcadas del Sur. Con un tamaño estimado de 3,900 kilómetros cuadrados y un peso cercano a un billón de toneladas, este coloso de hielo se desprendió de la plataforma Filchner en la Antártida en 1986 y permaneció prácticamente inmóvil hasta el año 2020. Desde entonces, su lento movimiento ha sido seguido de cerca por científicos del British Antarctic Survey, quienes estudian su impacto en el ecosistema y en los ciclos globales de carbono.
Durante años, A23a se mantuvo atrapado debido a su profundidad en el lecho marino del Mar de Weddell, donde se convirtió en una especie de isla de hielo. Más recientemente, su movimiento estuvo obstaculizado por un fenómeno conocido como columna de Taylor, una dinámica oceánica que lo mantuvo girando en su lugar por meses. Ahora, liberado de estas condiciones, se espera que el iceberg siga la Corriente Circumpolar Antártica, probablemente hacia las islas Georgia del Sur, donde su interacción con aguas más cálidas podría fragmentarlo en piezas más pequeñas. Este viaje representa no solo un espectáculo natural, sino también un área de interés para los científicos, quienes monitorean cómo estos gigantes de hielo afectan los ecosistemas marinos y la biodiversidad de las regiones que atraviesan.
Además de su relevancia natural, A23a se erige como un indicador de los efectos del cambio climático. Según datos recientes del British Antarctic Survey, la extensión del hielo marino antártico ha alcanzado mínimos históricos en los últimos años, un fenómeno atribuido al calentamiento global. Científicos advierten que la fragmentación de estos megaicebergs, aunque puede nutrir ciertas aguas con nutrientes, también podría tener consecuencias negativas para la fauna local, como focas, pingüinos y aves marinas. La trayectoria de A23a, junto con los datos recopilados, permitirá a los investigadores comprender mejor el impacto del cambio climático en las dinámicas oceánicas y en el delicado equilibrio del ecosistema antártico.
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